El autor, llamado Kara Ben Nemsi (Carlos, hijo de los alemanes),
recorre, en unión de su fiel criado Hachi Halef Ornar, el desierto del
Sur de Argelia, con sus peligrosos «chots», y la Regencia de Túnez,
y después de cruzar la Tripolitania, llega a orillas del Nilo, corriendo
diversas aventuras—¿Y
Capítulo 1
El rastro perdido
es cierto, sidi[1]
, que quieres seguir siendo un yaur, un infiel,
que es más despreciable que un perro y más repugnante que
las ratas que no comen más que podredumbre?
—Sí —contesté.
—Effendi, yo odio a los infieles y deseo que a su muerte vayan a parar
al Gehena, donde habita el diablo; pero a ti quiero salvarte de la eterna
perdición, que te alcanzará si no reconoces el Ikrarbil Lisán, el Santo
Testimonio. Tú eres muy bueno, muchísimo mejor que los demás sidis a
quienes he servido, y por eso deseo convertirte, quieras o no.
Así hablaba Halef, mi criado y guía, con quien me había arrastrado por
las angosturas y precipicios del Ysbel Aurés para descender después hacia
Dra el Hauna, e ir por el Ysbel Tarfani a Seddada, Kris y Dgache, desde
donde conduce a Fetnassa y Kbillí un camino que atraviesa el famoso Chot
Yerid.
Halef era un muchachillo muy notable;
El rastro perdido
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