Me he propuesto grandes metas en esta obrita. He intentado retratar en ella una tierra y unos vegetales diferentes a los de Europa. Ya han hecho descansar bastante nuestros poetas a sus enamorados a la orilla de los arroyos, en las praderas y bajo el follaje de las h aya s. Yo he querido sentarlos a la orilla del mar, al pie de los riscos, a la sombra de los cocoteros, de los plátanos y limoneros en flor. Sólo le faltan a la otra parte del mundo Teócritos y Virgilios para tener de ella unos cuadros al menos tan interesantes como los de nuestra tierra. Sé que viajeros de mucho gusto nos dieron mágicas descripciones de varias islas del mar del Sur[1]; pero las costumbres de sus habitantes, y más aún, las de los europeos que allí desembarcan, estropean con frecuencia el paisaje.
Pablo y Virginia
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