Nada más triste que ver el cielo cubierto por esa negruzca y sombría capa de
nubes que, como una lámina de plomo, se interpone a veces entre la tierra y el
bello ilimitado azul del horizonte.
Al faltar el sol, los campos pierden su encanto, las avecinas no cantan sus
armoniosos coros, las mariposas no revolotean en tomo de las flores; tierra sin
sol es triste, incolora, porque no hay armonías.
Un joven jinete, un día oscuro y tempestuoso, salía de Gerona cuando daban
las ocho de la mañana en el reloj de su célebre catedral. ¿Adónde se dirigía?
Nosotros, usando de licencias concedidas a los novelistas, sabemos a donde va y
no creemos importuno decirlo: se encamina este joven jinete hacia la villa de
Gualba, sita en las faldas del Montseny.
La bandera de la muerte
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