Este feroz ataque contra los internados religiosos fue publicada en 1888
por «El Motín» y está dedicada a Silverio Lanza, «en desagravio de la
estupidez de casi todos y como homenaje de admiración». Pueden ser
considerada «novela de aprendizaje», aunque no se atiene
rigurosamente a los cánones del género. El resultado del aprendizaje es
la destrucción del protagonista, y el culpable de este hecho, como se
reitera a lo largo del libro, es la intransigencia y el fanatismo religioso. En
Criadero de curas se hace palpable una lacra social, cuya crítica
constituyen los rasgos más característicos del naturalismo radical.
Alejandro Sawa, al igual que José Zahonero y Eduardo López Bago
llevan a sus últimas consecuencias los principios de la escuela zolesca,
con el objetivo de realizar una literatura higiénica y terapéutica en un
país en el que, según los citados autores, no sólo la literatura y el arte
están enfermos sino también, y sobre todo, las instituciones políticas y
sociales. Mostrar la llaga y la enfermedad supone, por tanto, el primer
paso para hallar el remedio.
Criadero de curas
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