ANDAN por esos mundos de Dios ciertos misioneros de nuevo cuño, que a manera de cuernos de la abundancia reparten profusamente varios librejos, cuya intención, casi siempre oculta y solapada, no tanto es hacer protestantes, cuanto deshacer católicos. No hay plaza ni posada que no recorran, ni taberna o ventorrillo donde no entren, y hasta por debajo de las puertas introducen y aun por los caminos dejan su más que barata, y por lo mismo, sospechosa mercancía.
Los herejes de Inglaterra, que pagan los treinta dineros a estos nuevos apóstoles, imitadores y discípulos del de marras, cierto no traen a España dinero ni industrias que proporcionen trabajo y pan a los españoles, como no sea la del contrabando; que da de sí bastantes balazos y algunos años de presidio, y la falta de trabajo y la ruina de la industria nacional; pero los pobrecitos dirán que nos dan de balde, y aun costándoles el dinero, su religión y su fe, fe y religión protestantes, que nuestros padres nunca quisieron ni de balde ni con dinero encima
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