INFORME DE LA EMBAJADA A CONSTANTINOPLA DE
LIUTPRANDO DE CREMONA
Liutprando, obispo de la santa iglesia de Cremona, desea, anhela y reza
porque los Otones, emperadores invencibles de los romanos, y la muy
gloriosa Adelaida, florezcan, prosperen y triunfen.
1. Cuál fue la causa de que no recibieras mis primeras cartas ni a mi
emisario, la siguiente exposición lo aclarará. En el día anterior a las nonas
de junio1
llegamos a Constantinopla, y allí, como muestra de falta de
respeto a quienes nos enviaban, vergonzosamente recibidos, fuimos tratados
severa y vergonzosamente. Fuimos encerrados en un palacio, bastante
grande ciertamente, pero descubierto, que ni nos protegía del frío ni
rechazaba el calor. Soldados armados montaban guardia, y nos impedían
salir a todos nosotros y a cualquiera otro entrar. Esta morada, a la que sólo
quienes estábamos encerrados podíamos acceder, estaba tan distante del
palacio que perdíamos el aliento cuando caminábamos para allí, ya que no
cabalgábamos. Para aumentar nuestras calamidades, el vino griego nos
resultaba imbebible, a causa de que estaba mezclado con brea, resina y
yeso. La casa misma no disponía de agua, y con ningún dinero podíamos
adquirirla para calmar nuestra sed. A este gran tormento se añadió otro más:
nuestro guardián, que estaba a cargo de nuestro sustento diario. Por su gusto
nos habría suministrado el infierno, que no la tierra; ya que él, como un
torrente que todo lo inunda, derramó sobre nosotros toda calamidad, todo
pillaje, todo gasto, todo tormento, toda miseria que pudo idear. Ni en ciento
veinte días pasó uno solo sin proporcionarnos penas y gemidos.
Informe de su embajada a Constantinopla
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