«Cuando en Kalkhorst, aldea de Mecklemburgo-Schwerin, a la edad de diez años, entregué a mi padre, como regalo para la Navidad de 1832, un relato en un mal latín sobre los principales acontecimientos de la guerra de Troya, y las aventuras de Ulises y de Agamenón, estaba lejos de pensar que, treinta y seis años más tarde, ofrecería al público un libro sobre el mismo tema, luego de haber tenido la felicidad de ver con mis propios ojos el teatro de esta guerra y la patria de los héroes que Homero ha inmortalizado con sus nombres».
Heinrich Schliemann se presenta como un caso notable y singularísimo en la historia de la cultura occidental; de orígenes muy humildes, llegó a ser, sin embargo, una de las personas más ricas de la Europa del siglo XIX; de una niñez y juventud marcadas por la miseria y por la falta de una formación cultural ordenada y sistemática, su inteligencia privilegiada y su tesón —especialmente su tesón— lo convirtieron en un políglota que llegó a dominar numerosas lenguas; más aún, merced a sus descubrimientos en Troya, Micenas, Orcómeno y Tirinto, llegó a ser una de las personalidades más célebres de su tiempo
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