Maximina

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Tiraron del cordel, empujó la puerta y vio en el primer descanso de la
escalera a la misma Maximina con una bujía en la mano. Vestía un traje de
cuadros blancos y negros y llevaba el peinado en trenza como siempre.
Estaba un poco más pálida, y como testimonio de sus recientes inquietudes
dibujábanse en torno de sus ojos garzos dos círculos levemente azulados.
Presentóse sonriente y ruborizada a la vista de Miguel, quien de dos
brincos salvó la distancia que le separaba de ella, y cogiéndole la cara le
aplicó una razonable cantidad de besos, no sin que la niña protestase
haciendo esfuerzos por separarse.