La condesa del Zarzal, acostumbrada al fausto y a la riqueza y, por su
extrema hermosura, al rendimiento total de los que se hallan en su
presencia, inopinadamente se encuentra al borde de la catástrofe
económica en el momento en que los cincuenta y seis años de edad le
revelan el principio del angustioso e inexorable declive de su hermosura.
A la condesa se le vienen abajo los dos sillares que sustentan su vida: la
opulencia y la hermosura, El modo como la condesa reacciona frente a
tal ruina, consiste la fuerza motora de la acción que, por consiguiente, se
bifurca en los dos episodios fundamentales en la vida de la condesa,
dominada por la ambición e impulsada siempre por sus instintos
sexuales.
La mujer de todo el mundo
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