Maese Nicolás Udal, el pedagogo de lady María, tenía mucha hambre y mucho frío. Estaba indeciso, enfangado en un sendero de Austin Friars.[1] Los setos vivos de ambos lados sólo le llegaban a la cintura y no le servían de abrigo. Las pequeñas casas de argamasa blanca con vigas grises en las esquinas que lo rodeaban por todos lados habían formado parte de los establos y las dependencias de los antiguos frailes. Todo aquel lugar era un laberinto de viviendas y huertos, con los setos secos, los árboles frutales pelados por las heladas, y los cenadores arrasados por el invierno y el abandono. Aquella grey de casitas de campo era una especie de retazo de terreno comunal ocupado por intrusos; la casa grande del lord del Sello, que había derribado el monasterio para hacerle sitio, constituía la masa central. Las veletas doradas tenían forma de hombres armados y desgarraban las deshilachadas nubes con los estandartes de las picas. Nicolás Udal miró hacia el tejado y maldijo al portero del edificio
La quinta reina
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