Si, en el primer volumen, Harris se lanza a la vida sexual «con la loca urgencia de la saludable juventud y el deseo de aprender», en esta segunda etapa de su vida descubre, entre otras cosas, que «el placer del abrazo no era el objetivo principal. Cuando el amor entró en mi vida, comprobé que el más intenso estremecimiento del éxtasis sólo puede alcanzarse en el deleite que se brinda a la compañera».
Por esto, y porque sabe que la historia lo justificará, afirma: «En este volumen, no despreciaré las convenciones tanto como en el primero, pero me propongo utilizar tanta libertad de lenguaje como sea necesario, de hecho como Chaucer y tantos autores franceses».
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